Esto que tienes delante de las narices estaba pensado para mis clases. Pero una vez que empecé acabará siendo para 3 personas: para mí (el burro delante), para ti y para mis alumnos (...esos viuda e Hijos). Bueno, no os suelto más rollo, ahí van unos textos que espero os gusten:

14 noviembre 2006

Un verano de infarto

Un verano de infarto

De infarto, sin comillas. Esto no es una carta, es un cheque al portador. Un pagaré lleno de fondos de cariño, de agradecimiento. Un talonario del que pueden cobrar tantas personas que nos hemos encontrado este verano.

Aunque parezca una pesadilla, durante dos meses mi familia dejó de pensar en las bobadas del día a día para centrarse en lo importante y luchar porque mi padre pudiera seguir con vida. Sesenta interminables días de hospitales, de uvis, de urgencias. De visitas y salas de espera, de nervios e incluso lágrimas. Incómodos sillones, pasillos vacíos, paciencia y dolor. Pericarditis y bypass. Lo peor que te puede pasar: una dura y complicada enfermedad en alguien que siempre fue muy sano.

En el “veranito 2006” cambié fiestas y sidrina por arritmias y fibrilaciones, por problemas renales, anginas de pecho y bajadas de tensión. En vez de beefeater-cola: trangorex y suero. En vez de toalla y arena, aparatos, tubos y vías. Y cambiamos la música de verbenas por la de máquinas que pitan y parecen anunciar desgracias. Cuidados intensivos, cuidados intermedios y a media pensión, pero bien jodido.

Este artículo solamente lo van a entender quienes vieron un ser querido lleno de tubos y motores reventando de tos o de vómitos en una cama de hospital. O quienes hayan esperado cinco horas mientras operan a corazón abierto. Carreras por los pasillos, lágrimas en la madrugada, firmar “para que abran”. Quienes esperaron solos en un pasillo de hospital silencioso. Lo saben aquellos a quienes les haya sonado el teléfono de madrugada porque su padre se puede estar muriendo en una ambulancia camino de Oviedo. Solo lo entenderán ellos. Esos saben de qué hablo cuando digo gracias.

Gracias a médicos, celadores, electricistas, cirujanos, enfermeros, conductores de ambulancia… Gente que irrumpe ante nuestros ojos cuando la vida te da la patada y te enseña la puerta de atrás. Cuando el destino se empeña en tocar el culo a la señora de la guadaña.

Muy especialmente a la “UVI coronarias” del Hospital Central. Son el equipo del doctor Ponte: un excelente grupo de médicos y de enfermería fabricados de paciencia y cordialidad. Una sonrisa amable cuando más falta hacía. Explicaciones pertinentes, comprensión y siempre buenos resultados: reciben cuerpos casi inertes y devuelven al mundo personas sanas. También al equipo de cirugía cardiaca del doctor Naya, que arregló el genético “siete” coronario que mi padre les planteaba: tan competentes y preparados que te regalan 40 años de vida sólo arrancándote unas venas de una pierna y una arteria del pecho, sembrando tu cuerpo de grapas metálicas. Posiblemente no haga falta hablar de la calidad del servicio cardiológico del Hospital Central de Asturias, su mérito y fama son reconocidos, pero debía repetirlo en este papel. No puedo dejarlo pasar.

Tampoco quiero olvidar el trato excelente de todo el personal del Hospital de Arriondas (tanto el equipo médico como de enfermería y administración). A pesar de los palos que parecen lloverles en estos momentos, a pesar de las carencias en dotaciones y de recursos, de la saturación de trabajo y pacientes. Todo ello lo suplieron con buen trato y amabilidad, en nuestro caso muy especial de los servicios de urgencias, medicina interna, UCA y oftalmología. Y a nuestro médico de cabecera, Fran, que como es del pueblo y accesible, casi nadie sabe que es un genio.

A los profesionales sanitarios la competencia y el trato digno se les exige, pero la humanidad no estaba contratada: se agradece. En el alma y para siempre. Que seáis felices; a mi familia y a mí nos hicisteis un poco mejor la vida.

También gracias a los que preguntaron y a los que no: quienes estaban siempre al teléfono y los que no llamaron por miedo a molestar. Que ese cariño lo recibáis multiplicado. Tantos amigos como demostraron estar ahí a las duras. También un abrazo para los compañeros de hospital, familias entrañables, amigos para siempre unidos en las dificultades.

Al final todo lo das por bueno al saber que tu padre salvó la vida, que ya está bien y que todavía quedan en el mundo personas maravillosas. Esos que sólo parecen existir en los cuentos infantiles pero que están ahí, viven entre nosotros. Gente buena con quienes siempre estaremos en deuda.

Porque un día disteis color a mi tristeza con una sonrisa afable y unas palabras de esperanza: en nombre de mi familia, a todos vosotros…. Se os quiere!!!


(artículo que me publicó "el Comercio" el mes pasado)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bello relato. Espero que todo vaya bien. Fuerza!

Anónimo dijo...

Pues sí, solo las personas que pasaron por un trance así lo entienden...yo te digo que te entiendo porque pase por ello. De repente, mi padre que era una persona fuerte como un roble estaba ingresado en urgencias y debían operarlo de inmediato. En la sala de espera...mientras lo operan todo pasó por mi cabeza, la vida vivida se convierte en un recuerdo de apenas pocos minutos y la tristeza te inunda el alma...De repente nos convertimos, mi hermano, mi cuñada, mi madre y yo, en seres frágiles y vulnerables. Pero como a tí, eso ya fue hace un año, si un año justo por estas fechas y todo salio bien. Salud, vida y alegría para todos. Sheila.